Keen, una empresa familiar de calzado, ha inaugurado una nueva fábrica en Kentucky, a las afueras de Louisville, como parte de una visión más amplia para revitalizar la fabricación estadounidense. Las instalaciones se inauguran este mes con el telón de fondo de la estrategia económica "America First" de la administración Trump, que promete un posible renacimiento de la producción estadounidense. Sin embargo, la realidad de la fabricación moderna es más matizada de lo que parece.
Transformar la producción
La nueva fábrica de Kentucky empleará a sólo 24 trabajadores y se basará en gran medida en tecnología de automatización avanzada. Esto incluye sofisticados robots que se encargan de diversas tareas, como la fusión de suelas de zapatos y el recorte de materiales, lo que pone de relieve un cambio significativo hacia métodos de producción de alta tecnología y gran intensidad de capital. El Director de Operaciones de Keen, Hari Perumal, reconoce los retos: "La mano de obra aquí en Estados Unidos es muy cara", y señala que los costes laborales estadounidenses pueden ser entre 10 y 12 veces superiores a los asiáticos.
La decisión de Keen de deslocalizar parte de su producción se originó en respuesta al aumento de los costes laborales en China en 2010. Desde entonces, este movimiento estratégico ha servido de amortiguador frente a los aranceles impuestos durante la anterior administración. Sin embargo, no ha estado exenta de dificultades. Aunque Keen aspira a producir más en el país, actualmente solo ensambla 9% de su calzado en Estados Unidos.
Retos de la cadena mundial de suministro
La incursión de Keen en la producción estadounidense refleja una realidad más amplia de la industria del calzado: la inmensa mayoría de los zapatos que se venden en Estados Unidos siguen fabricándose en el extranjero, con importaciones procedentes principalmente de países como China, Vietnam e Indonesia. Las intrincadas cadenas de suministro mundiales que dominan el sector plantean importantes obstáculos a las empresas que intentan volver a la producción nacional.
"Fabricar productos aquí en EE.UU. de forma muy económica y eficiente", según Perumal, requiere una inversión sustancial en automatización y técnicas de diseño innovadoras. "La forma en que lo hacemos es con toneladas de automatización, y también empieza por cómo se diseñan los productos".
Contexto industrial más amplio
Aunque los pasos de Keen ponen de relieve las complejidades de la fabricación moderna, no es la única que se enfrenta a estos retos. Grandes marcas como Nike, Adidas y Under Armour han intentado establecer fábricas en Estados Unidos, pero se han enfrentado a obstáculos similares, que a menudo han fracasado.
La narrativa histórica de la industria manufacturera estadounidense cuenta una historia de prosperidad posterior a la Segunda Guerra Mundial y de declive gradual, exacerbado por la globalización antes del inicio del siglo XXI. A medida que las industrias se deslocalizaban a regiones con costes laborales más bajos y menos regulaciones, el corazón de la industria manufacturera estadounidense comenzó a erosionarse, contribuyendo a las tensiones económicas y políticas actuales.
Esfuerzos de deslocalización y perspectivas de futuro
Empresas como Oka Brands, que mantiene la producción en Estados Unidos, también se enfrentan a dificultades. Pepper Harward, CEO de Oka, explica que la obtención de materiales asequibles sigue siendo un obstáculo importante: "No es un ecosistema autosuficiente. Hay que construirlo uno mismo. Es un gran reto, porque los vendedores y proveedores a veces entran y salen".
Para mitigar estos retos, Oka ha recurrido a redes de proveedores de la industria automovilística para adquirir componentes esenciales. Este planteamiento poco convencional pone de relieve las soluciones innovadoras que deben buscar las empresas para sortear las complejidades de la fabricación nacional.
De cara al futuro, tanto Keen como Oka Brands se muestran cautelosamente optimistas. Aunque el interés por la fabricación local ha aumentado debido a los aranceles y a las interrupciones de la cadena de suministro relacionadas con la pandemia, Harward estima que podría hacer falta una década de aranceles sostenidos para incentivar una deslocalización significativa. Incluso entonces, prevé que sólo un máximo de 6% de la producción regrese a suelo estadounidense.
La inversión de Keen representa un compromiso a largo plazo con la fabricación nacional. Perumal destaca la naturaleza familiar de la empresa como un factor crítico, afirmando: "Somos una empresa privada, guiada por valores. Podemos tomar este tipo de decisiones sin preocuparnos de los resultados trimestrales."
A pesar de sus dificultades, la nueva fábrica de Keen es indicativa de una visión más amplia de la fabricación estadounidense que combina el avance tecnológico con la artesanía tradicional, con el objetivo de redefinir el futuro de la producción en Estados Unidos.
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